Hay una película de mi infancia que siento que nadie más vio. Nunca he escuchado a alguien hablar de ella, pero en mi cabeza siempre estuvo.
“No es otra película de amor” trata sobre Julia, una mujer que se transforma físicamente para conseguir al hombre de sus sueños. Y cuando por fin lo consigue, entran en una relación llena de altibajos y situaciones ridículas.
Pero lo curioso es que, entre tanta exageración, los personajes terminan dándose cuenta de que se quieren más allá de la primera impresión.
Se enamoran a pesar de lo raros que son. O quizá, justo por eso.
Hay algo extraño en el deseo. A veces es recíproco y a veces se dirige con fuerza hacia lo que no da señales de retorno.
Hace un par de meses fui a la casa de mi amiga Valentina. Tenía algo puntual que decirme: “necesito que me ayudes a descifrar qué siento por x persona”.
Me lo planteó así: “tengo un amigo con el que siempre salgo en grupo. Vive cerca, así que siempre me acompaña a casa, me trata bien, y siempre la pasamos lindo juntos”.
“¿Cuál es el pero?”, pregunté, ya sabiendo la respuesta.
Valentina siempre ha sido picky cuando se trata de hombres. Nunca la he visto sentir algo por alguien que no encaje con su estándar.
El estándar:
Pero esta vez era distinto. “Cada vez que salimos, las mujeres se lo quedan viendo. Incluso se le acercan”, me confesó sobre su amigo: alto, cejón, pelinegro.
Y aunque muchas lo encuentran atractivo, ella insiste en que no lo ve “así”. Lo reconoce, lo aprecia, incluso lo espera. Pero no lo desea. Como si una parte de ella se resistiera a interesarse por lo que ya está cerca.
En una encuesta que hicimos en nuestras redes @rumcomblog, rescatamos que el 54% de los votantes, creen que no es posible mantener una relación donde no haya atracción física.
Para ellos, estar con alguien que no te atrae físicamente lleva a la infidelidad.
Pero…
A veces el “no me interesa” aparece disfrazado de falta de química, cuando en realidad es un rechazo silencioso a la idea de conformarse.
Otras veces, el “lo quiero” aparece en forma de insistencia, pero más por ego que por emoción.
Hay algo de sabotaje, algo de repetición. A veces nos interesamos justo por quien no responde, buscando intensidad.
Atracción vs. Conexión
La personalidad importa, dijo mi amiga de gustos cuestionables al salir del gym. Y es que claro que importa, pero aquí entra la pregunta ¿es suficiente?.
“Si mi pareja es la persona más buena y divertida del mundo, pero al verlo no quiero atacarlo a besos, tranquilamente puede ser mi mejor amigo”, nos dijo Ana.
Para Daniela, “sería superaburrido tener solo una atracción física hacia una persona o solo una atracción intelectual”. Lo uno va de la mano con lo otro, aunque no siempre al mismo ritmo. A veces ser atractivo está en los actos y no en las apariencias.
“Beautiful acts do, indeed, lead us to see people as more beautiful.” - Natalia Kononov
¿La atracción nace o crece?
Como nuestro nombre lo dice, aquí vamos a hablar de comedias románticas. Así que hablemos del cliché del amor a primera vista.
Muchos hemos sentido una conexión física con otra persona casi al instante de conocerlos, porque entran dentro del tipo ideal que hemos construido a conciencia, o no, en nuestros cerebros. Pero ese “tipo” no siempre resiste la conversación. Ni el silencio.
Cuando alguien atrae, es común completar huecos. Atribuirle sentido del humor, inteligencia, sensibilidad emocional… Pero lo que sostiene el interés, o lo desvanece, es la conversación. O su ausencia.
El "clic" no siempre significa algo
Amor a primera vista, un clic instantáneo, algo en la mirada, en el tono de voz, en cómo la otra persona dice nuestro nombre. Algo casi místico. Es una sensación verdadera pero es fácil confundirla con proyección, con ganas de que alguien encaje. Esto se llama entusiasmo momentáneo.
Porque por muy intensa que sea una primera atracción, si no hay algo que sostenga el hilo, se vuelve silencio incómodo. Y ese silencio pesa más que cualquier físico ideal.
Tal vez por eso no siempre nos enamoramos de quien nos conviene. Porque hay una distancia entre lo que deseamos, lo que admiramos y lo que realmente nos hace bien.
Y muchas veces, lo que más se desea… no interesa de verdad. No emociona, no transforma, no sostiene. Solo activa una parte del ego que quiere ser elegida por quien no elige.
Por eso, quizás el desafío no es solo encontrar a alguien que despierte interés,
sino aprender a interesarse por lo que realmente importa. Incluso si al principio no parece tan urgente.
A veces, el deseo llega después.
Y otras, nunca fue real.